Documento 1 sexto . Estudiantes que pendientes de la previa de Charles Darwin
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El origen de las Especies de Charles Darwin
Charles Darwin, el científico naturalista que más contribuyó a la historia de la biología, nació en Shrewsbury el 9 de febrero de 1809. Quinto hijo de Robert Darwin, un próspero médico rural, y de Susannah Potter, creció en el seno de una sofisticada familia inglesa.
Luego de finalizar sus estudios en la escuela de Shrewsbury, ingresó en la Universidad de Edimburgo para cursar medicina. En 1827 abandonó la carrera y comenzó estudios de teología en la Facultad de Estudios Cristianos, en la Universidad de Cambridge, con el fin de convertirse en clérigo rural, como lo deseaba su padre. Allí inició una íntima amistad con John Stevens Henslow, cura y botánico, que lo llevó consigo en largas expediciones para recolectar plantas y lo recomendó al capitán Fitz Roy como tripulante del buque inglés Beagle.
Ya a fines del siglo XVIII, como en busca de un portavoz, la teoría de la evolución rondaba lentamente la atmósfera de los naturalistas. Pero lo que le otorgó a Darwin el crédito de descubrir la selección natural fue la publicación, el 24 de noviembre de 1859, de El Origen de las Especies. Esta edición se agotó el día de aparición y, con las subsiguientes, fueron seis publicaciones en total las que se editaron en vida de Darwin.
El origen de las especies fue el resultado de un exhaustivo y profundo trabajo de observación e investigación que Darwin comenzó desde muy joven, cuando se dedicó a estudiar historia natural y reanudó sus colecciones de minerales e insectos, que había comenzado en la escuela. Sin embargo, lo que realmente consagró los años de estudio y reflexión fue su labor como naturalista en la expedición alrededor del mundo, a bordo del Beagle. Tal como lo afirma en la autobiografía: "El viaje en el Beagle ha sido el acontecimiento más importante de mi vida y el que determinó toda mi carrera".
El origen de las especies fue el primer relato convincente y claro acerca de la teoría de la evolución y de la selección natural. La obra de Darwin estaba narrada en un lenguaje directo y coloquial, accesible a cualquier lector. En ella fue capaz de explicar en forma simple que las especies cambiaban como resultado de una necesidad nueva; que la lucha por la supervivencia eliminaba las variaciones desfavorables y sobrevivían las más aptas; que el número de individuos de cada especie permanecía más o menos constante; y explicó, por medio de descripciones minuciosas, cómo variaban en todos los aspectos las distintas especies según el entorno.
Una de las principales influencias en su teoría de la selección natural ha sido el clérigo y economista británico, Thomas Malthus, con su Ensayo sobre el principio de la población (1798). También se le atribuye gran importancia en la obra de Darwin al naturalista Alfred Russel Wallace (1823-1915), quien en su última expedición a las islas de Malasia formuló su hipótesis acerca de la selección natural. En 1858, a pesar de que no se conocían, Wallace le comunicó sus ideas a Darwin, quien ya poseía una teoría similar. Unos meses antes de la publicación de El origen de las especies, ambos científicos habían realizado una publicación conjunta de extractos de los manuscritos.
Darwin narró en su Diario de viaje algunas vivencias que lo llevaron al comienzo de una crisis religiosa; llegó a escribir: "...De hecho casi no puedo comprender cómo haya nadie que pueda desear que la doctrina cristiana sea cierta". No encontraba compatible la esclavitud, sustento de la economía de la burguesía, a la que pertenecía, con la doctrina cristiana. Varios años después escribió con cierto tono irónico: "Considerando la ferocidad con que he sido tratado por los ortodoxos, parece cómico que alguna vez pensara ser clérigo".
Luego de cinco años de expedición (1831-1836) redactó, sobre la base de los apuntes tomados a bordo, el Diario de viaje.
En 1842, después de realizar una travesía por el norte de Gales con el fin de observar los glaciares, la mala salud de Darwin se acentuó. Siempre había sido hipocondríaco, pero los males comenzaban a hacerse reales. Renunció al cargo de Secretario de la Sociedad Geológica y buscó, junto a su prima, Emma Wedgwood - con la que se había casado en enero de 1839 - un lugar retirado, en los alrededores de Londres. Halló una casa en Down House, en las afueras de Seven Oaks, que fue su último hogar. Entonces mantuvo una vida apartada de los compromisos sociales y dedicó unas horas por día a ampliar aspectos de su teoría. Murió el 19 de abril de 1882 de lo que luego se conoció como Mal de Chagas.
Aunque algunos médicos, contrariando a los familiares, sostuvieron que, en realidad, la causa de su muerte fue la constante angustia.
Es autor de: Arrecifes coralinos (1842), Mis diversas publicaciones (1844), Diario de viaje (1845), El origen de las especies (1859), Fertilización de las orquídeas (1862), El origen del hombre (1871), La expresión de las emociones en el hombre y en los animales (1872), Vida de Erasmus Darwin (1879) y, por último, Power of Movement in Plants (1880).
Darwin vaticinó la inmortalidad de su obra y fue, sin duda, quien echó más luz sobre las tres áreas principales que cultivó: la geología, la botánica y "el misterio de los misterios", como se llamaba por esos años a los problemas de la evolución y de la selección natural.
Margarita Rodríguez Acero http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Darwin/ElOrigenDeLasEspecies.htm#c4
Capítulo IV
La selección natural o la supervivencia de los más aptos
La selección natural o la supervivencia de los más aptos
SELECCIÓN NATURAL.
No podemos dudar que los individuos que tengan alguna ventaja sobre los demás, por pequeña que esta sea, tendrán las mayores probabilidades de sobrevivir y de reproducir su especie. También podemos estar seguros de que cualquier variación en el más pequeño grado perjudicial sería rígidamente destruida. Esta conservación de las variaciones y diferencias individuales favorables, y la destrucción de aquellas que son nocivas, es lo que hemos llamado selección natural o supervivencia de los más aptos. Las variaciones que no son útiles ni perjudiciales no son afectadas por la selección natural, quedando como elemento fluctuante, como vemos en ciertas especies polimorfas, o tornándose fijas, según la naturaleza del organismo y la de las condiciones que lo rodean.
Tenemos razones para creer, según se demostró en el primer capítulo, que los cambios en las condiciones peculiares de la vida originan tendencia a mayor variabilidad y, en los casos que hemos citado, se ve que han cambiado las condiciones, lo cual sería manifiestamente favorable para la selección natural, por otorgarnos una probabilidad más de que ocurran variaciones aprovechables, ya que cuando estas no tienen lugar, la selección natural nada puede hacer. Nunca se olvide de que en el término variaciones van incluidas las meras diferencias individuales; y como el hombre puede producir grandes resultados en los animales y plantas domésticas, al acumular en una dirección dada diferencias individuales, del mismo modo podría hacerlo la selección natural, aunque mucho más fácilmente que nosotros, puesto que se le concede tiempo incomparablemente mayor para su obra.
La naturaleza puede actuar sobre cada órgano interno, en cada sombra de diferencia constitucional, en la totalidad de la maquinaria completa de la vida. El hombre escoge sin más miras que su propio bien, mientras que la naturaleza busca solamente el bien del ser a quien atiende. Todo carácter selecto es plenamente formado por ella, como lo implica el hecho de haber sido escogido.
Puede decirse metafóricamente que la selección natural está haciendo diariamente, y hasta por horas, en todo el mundo, el escrutinio de las variaciones más pequeñas; desechando las que son malas, conservando y acumulando las que son buenas, trabajando insensible y silenciosamente donde y cuando se presenta una oportunidad, en el mejoramiento de todo ser orgánico en relación con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. No vemos estos pequeños y progresivos cambios hasta que la mano del tiempo marca el sello de las edades, y aun entonces tan imperfecta es nuestra vista para alcanzar las épocas geológicas remotas, que lo único que vemos es que no son hoy las formas de vida lo que en otro tiempo fueron.
La selección natural puede modificar la larva de un insecto y adaptarla a una porción de contingencias completamente distintas de las que conciernen al insecto ya maduro, y estas modificaciones pueden afectar por correlación la estructura del adulto. Así también, por el contrario, las modificaciones de este pueden afectar la estructura de la larva; pero en todos los casos, la selección natural asegurará que dichas modificaciones no sean en manera alguna nocivas, ya que si lo fueran la especie se extinguiría.
La selección natural modificará la conformación del hijo con relación al padre y del padre con relación al hijo. En los animales gregarios adaptará la estructura de cada individuo al provecho de toda la comunidad, si esta puede ganar con el cambio selecto; pero la selección natural no puede modificar la estructura de una especie, sin darle ninguna ventaja, para provecho de otra especie; y aunque existan en las obras de historia natural manifestaciones que tienden a echar por tierra nuestro aserto, no hemos podido obtener en la práctica un solo caso que haya dado resultado.
SELECCIÓN SEXUAL.
Esta forma de selección depende de la lucha entre individuos de un mismo sexo, y generalmente entre los del masculino, para llegar a la posesión de las hembras. El resultado para el competidor vencido no es la muerte, sino poca o ninguna progenie, siendo por lo tanto la selección sexual menos rigurosa que la selección natural.
Generalmente, los machos más vigorosos o aquellos que están mejor preparados para ocupar sus puestos en la naturaleza dejarán mayor descendencia; pero en muchos casos, la victoria depende no tanto del vigor general como de poseer los seres en cuestión, las armas especiales limitadas a los machos. La guerra más severa tiene lugar entre los machos de los animales polígamos, que muy a menudo están provistos de armas especiales, y los machos de los animales carnívoros también se presentan bien armados, aunque a ellos y a otros pueda darles la selección sexual especiales medios de defensa, como la melena al león, la mandíbula de gancho al salmón, pues el escudo puede ser tan importante para la victoria como la espada o la lanza.
Entre las aves, la contienda es con frecuencia de carácter más pacífico, pues hay gran rivalidad entre los machos de muchas especies para atraer a las hembras, por el canto; o despliegan hermosos plumajes para verse de la mejor manera posible. También hacen extrañas y grotescas figuras, y luego las hembras espectadoras escogen al compañero que más atractivos les ofrece.
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